15 de agosto de 2012

Con perdón de Petrarca

Hay quien supone, barroco, que rimar es difícil. Que un poema en versos blancos, sin ecos a la vista, exige menor tensión formal que la paciente, minuciosa simetría de las consonancias. Sin embargo, durante la escritura muchas de las rimas surgen por inercia: es lo primero que el oído le sugiere a un versificador, que necesita desconfiar de ellas. O bien surgen por azar: en todo borrador es posible detectar rimas involuntarias, a menudo complicadas de suprimir. O bien surgen por mera imperfección, porque los sustantivos, infinitivos, adverbios riman empecinadamente entre sí. Paso la noche traduciendo a un poeta contemporáneo del inglés al español. Y descubro pasmado que cada final de verso, al ser traducido literalmente, causa rimas regulares en mi idioma. See-mirror: veo-espejo. Neck-grandfather: cuello-abuelo. Hair-jealousy: pelo-celos. Casi al alba, realizando un sostenido ejercicio de manipulación, logro deshacer esas extrañas consonancias que ni poeta ni traductor buscaban. Entonces se me ocurre que, si metiera entero este poema en el traductor de google, con perdón de Petrarca, me saldría un soneto.